Desde hace un tiempo el país asiste a un
interesante debate sobre qué tipo de energía consumir y cuál es la que puede
producir de tal forma que abarate costos y nos haga menos dependiente del
petróleo que además de sus alto precio es altamente perjudicial para el medio
ambiente.
Las opciones son claras y pueden numerarse con
facilidad: energía nuclear, solar, eólica y biocombustibles, el asunto es decidir cuál
es la que más nos beneficia en cuanto a seguridad, costo y eficiencia.
Respecto a la energía nuclear, cabe señalar que en el Parlamento Nacional a nivel
de la comisión de Industria, Energía y Minería está discutiendo el tema y de
acuerdo a lo que ha trascendido en la prensa hay varios legisladores que no
descartan la posibilidad de su explotación. Fue el Dr. Tabaré Vázquez quien,
como presidente en 2008, impulsó la discusión con el objeto de evaluar la
posibilidad de su uso y aún en estos días se está discutiendo el tema. Pero
como todos sabemos es una forma energética muy resistida a pesar de sus
ventajas, porque cuenta con la gran debilidad de que cuando ocurren accidentes
estos son gravísimos. Todos recordamos lo sucedido en Chernobyl el 26 de abril
de 1986, y quienes no vivían entonces seguramente han leído sobre aquel accidente
terrible. Más cerca en el tiempo, hace solo unos meses, el terremoto y tsunami
en Japón marcará un mojón en la historia de la energía nuclear mundial del cual
sólo se podrá evaluar sus costos presentes y futuros con el paso de los años.
Hay quienes dicen que Uruguay podría
desarrollar este tipo de energía debido a que es un país de suelos estables por
lo que la tragedia ocurrida en Japón no tendría cabida. Sin embargo
recientemente trascendió en la prensa que en enero de 2006 Uruguay sufrió un
riesgo real de sufrir un tsunami consistente en una enorme ola que avanzaba a
300 kilómetros por hora, por lo que el riego de una catástrofe como la nipona
bien puede darse en nuestro suelo, seguramente
como fruto de los cambios que la naturaleza viene experimentando desde
hace un tiempo. Evidentemente no queremos convertirnos en una Fukushima ni en
otra Chernobyl, y el mundo debería repensar el uso de esta energía, como
sabiamente lo ha hecho Alemania.
El aprovechamiento del calor del sol es escasamente utilizado y no hay grandes proyectos
en Uruguay.
La energía
eólica es limpia y renovable y si Uruguay pudiera combinar el uso de sus
ríos (hidráulica) con sus vientos para la generación de electricidad sería un
gran avance estratégico debido a que nos daría un importante grado de
independencia.
Según algunos estudios, el de Uruguay es un territorio en el cual puede
explotarse este tipo de energía por su baja densidad poblacional y buenos
vientos. Es, además, la más limpia, compatible con la producción agropecuaria,
y sus críticos solo encuentran dos argumentos menores para oponerse a ella: las
aves se golpean y mueren, y la contaminación sonora. En cuanto a las aves,
nuestro país no cuenta con una gran población de estos animales como ocurre en
otros países, por lo cual no sería un problema para nosotros; tampoco el sonido
que emiten los molinos ya que éstos no se escuchan a una distancia mayor a los quinientos
metros.
A igual que la eólica para la generación de
energía eléctrica, el biocombustible
se presenta como solución para disminuir nuestra dependencia del petróleo,
especialmente en el uso de combustible. Masivamente se ha dicho que el
biocombustible es una opción positiva para países agrícolas que como nosotros
no tienen petróleo y dependen de su importación que siempre encarece toda la
cadena productiva y de consumo. Además se presenta como una alternativa
ecológica no contaminante.
Sin embargo y a pesar de que no existen
estudios definitivos, hay dos problemas básicos al respecto de los combustibles
a base de granos forrajeros y aceites vegetales: el primero es que encarece
enormemente los alimentos en un mundo donde millones mueren de hambre cada año.
Si pensamos egoístamente el uso de esta opción nos podría favorecer doblemente
ya que nos aliviaría la dependencia del petróleo y garantizaría buenos precios
de los granos que exportamos. El segundo problema radica en que según algunos
informes de organismos internacionales, a nivel mundial se están produciendo
biocombustibles de tan mala calidad que son tan contaminantes como el petróleo
o el carbón.
¿Cuál es la mejor elección al momento de abrir
nuevos caminos en la generación de energía? Es difícil saberlo, pero la opinión
pública debería estar atenta a este debate de gran trascendencia para el
presente y el futuro. Esperamos que desde el gobierno y la oposición se
analicen todas las opciones posibles y se tenga la sabiduría de elegir la
mejor.
Líber del Fuerte.
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