El presidente del Banco Mundial, Robert Soellick, en
una entrevista publicada por la revista Newsweek el 23 de enero pasado dijo que
“el principal desafía para la mayoría de
los países en desarrollo es el riesgo de un gran aumento del precio de los alimentos”.
Estos “representan una gran proporción cada vez más inestable del presupuesto
de las familias pobres y urbanas. Cuando el precio de los alimentos básicos
aumenta, los más afectados son los países y las personas pobres”. Y recordó las
palabras que el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, dijo en el Grupo de los
Ocho (G-8) y el Grupo de los Veinte (G-20): el de la alimentación mundial es un
problema que “reviste prioridad”.
En estos días el Banco Mundial difundió un documento
titulado “Alerta sobre los precios de
los alimentos” (publicada en su página web worldbank.org) en el que
sostiene que “los precios mundiales de los alimentos
a julio de 2011 siguen considerablemente más altos (33%) que hace un año”, y
resalta que los índices que más subieron son el maíz (84%), el azúcar (62%), el
trigo (55%) y el aceite de soja (47%).
En cuanto al precio del petróleo, éste subió 45% respecto a julio de 2010, lo que afecta
los costos de producción y el precio de los fertilizantes que aumentaron
67% en el mismo período.
Sin embargo, para
un país como Uruguay caracterizado por la producción agropecuaria de
primerísimo nivel y exportador respetado, la
suba de los precios de alimentos, no es una mala noticia. Lo malo es que
hay señales en el horizonte nacional que son contradictorias con nuestra
tradición productora agropecuaria, señales que abren las puertas a nuevas
formas de explotación y producción en perjuicio de los alimentos, por ejemplo
la posible instalación de mineras a cielo abierto que se sumarían a los
transgénicos y a las papeleras ya instaladas.
Pero todo indica que el costo de los alimentos subirá y no dejará de valorizarse por dos
motivos fundamentales, uno de ellos el permanente crecimiento de la población
mundial que, como es obvio, necesita comer; y el otro por la producción de
biodiesel, una de las alternativas más exitosas al uso del petróleo que va
ganando terreno.
En el sitio biodiesel-uruguay.com se informa que
este se trata de un combustible “100%
ecológico, de origen natural y constituye una gran oportunidad para un país
como el nuestro, de raíces agrarias”. Se trata de un combustible no
contaminante, que puede fabricarse en un país como Uruguay con mano de obra
nacional y cuya materia prima crece en nuestros campos (girasol, soya, maní, arroz, etc.), y son nuestra especialidad.
(Ilustracion tomada de nudwin.com). |
Hace unos años la Universidad de Wisconsin-Madison
elaboró un informe que revelo que Malasia, Tailandia, Colombia, Uruguay y
Ghana son las naciones más atractivas para las inversiones del sector. Pero
ese mismo estudio concluyó que Europa y Estados Unidos participan de la carrera
productiva, destacándose en América del Sur el papel de Brasil que para 2016
alcanzará una media de 44.000 millones de litros (125% más que la producción
actual).
Por esto no
se entiende por qué en nuestro país se debate sobre la minería a cielo abierto
y no sobre la producción y aceleración de la producción de biodiesel, el cual
sustituirá al petróleo y será importantísima fuente de ingresos para quienes
hayan avanzado en él. Uruguay no debería ni siquiera pensar en proyectos de
megaminería, y mucho menos evaluar su estatización (ya sabemos cómo funciona la
producción del Estado) cuando tenemos
todo para convertirnos en productores de combustible natural para consumo
interno y de exportación, lo que nos librará del costo que el petróleo tiene
para la sociedad uruguaya y de la contaminación que este genera.
Lamentablemente para el mundo, y con esto vuelvo al
comienzo del artículo, los costos de los alimentos no bajarán. Ojalá nuestro gobierno sepa mirar hacia el
futuro y valorar que en producirlos está la gran oportunidad, doble oportunidad
(alimentos y combustible), sin necesidad de introducir industrias nuevas que
acabarán afectando el tipo de país que somos y que queremos dejar a nuestros
hijos.
Líber del Fuerte.
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