Una de las teorías sobre el nacimiento del nombre
Dadá dice que el rumano Tristan Tzara fue quien impuso el
término al abrir al azar un diccionario y toparse con la palabra dadá que no
poseía entonces significado alguno, lo que cayó muy bien como nombre a una
corriente que quería definirse por la protesta, la negación de normas estéticas
preestablecidas y la improvisación. Tzara fue también el que llevó la
creación literaria dadaísta a los extremos más insospechados basado en una
extraña receta que decía “Agarre un periódico. Agarre una tijera. Escoja en el
periódico un artículo de la longitud que quiera darle a su poema. Recorte el
artículo. Recorte en seguida con cuidado cada una de las palabras que forman el
artículo y métalas en una bolsa. Agítela suavemente. Ahora saque cada recorte
uno tras otro. Copie concienzudamente en el orden en que hayan salido de la
bolsa. El poema se parecerá a usted…” Como vemos, una ridiculez; la
irracionalidad llevada al máximo. Pero lo grave es que quienes esto proponían no
eran seres irracionales sino pensantes. Y en este punto el dadaísmo me
recuerda a la actual política de gobierno: la improvisación llevada adelante
sistemáticamente por seres racionales que cuando eran oposición decían tener un
proyecto de país serio, pensado y acabado.
¿De qué forma llamar sino algunas propuestas de gobierno, algunas salidas
no de algún trasnochado dirigente o diputado de tercer nivel, sino del corazón,
el alma y la boca del propio mandatario, como por ejemplo al la privatización
de las dunas de Cabo Polonio o el impuesto a la tierra, por solo mencionar dos
ejemplos?
Hoy leo eN los medios de comunicación una noticia sorprendente. A alguien
del gobierno se le ocurrió agitar la bolsa de las propuestas y tomar al azar los
recortes previamente puestos allí que, para mal de todos, se vinculan al
Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU).
La prensa informa que el INAU y el Ministerio de Defensa estudian la
posibilidad de que los menores de 18 años próximos a cumplir la pena de
internación realicen cursos en las Fuerzas Armadas a fin de tener un oficio
para lograr una salida laboral.
La iniciativa parece, a simple vista y sin analizar, positiva. Pero no se
entiende el vínculo con las Fuerzas Armadas cuando, como el propio INAU lo ha
dicho, se han mantenido conversaciones con el Instituto Nacional de Empleo y
Formación Profesional (INEFOP) con
el mismo fin, lo cual parece más lógico.
O ¿por qué no pensar en el Consejo de Educación Técnico Profesional
(CETP-UTU)?
¿Se pretende “encauzar” a los infractores mediante la disciplina militar que se aplicará en esos cursos brindados por
militares en instituciones militares? ¿Los instructores militares están
capacitados para tratar con jóvenes conflictivos? ¿Cuáles son esos
oficios en los cuales se los instruirá? ¿De qué forma esta iniciativa
afectas a las Fuerzas Armadas a las que se les dará una tarea para la cual
no están preparadas? ¿No hay instituciones civiles capaces de llevar
adelante esa función pedagógica?
Militares: ¿los nuevos educandos de los menores infractores? (Foto de fotosmilitares.org) |
El mundo militar es muy particular en muchos aspectos. Es la única
profesión del mundo en la cual se enseña a matar a otro ser humano; la única de
férrea disciplina; extremadamente jerárquica, verticalista y cuyos códigos
escapan a la sociedad. No veo cómo pueden introducirse menores infractores
en ese mundo como educandos de instructores profesionales que están impregnados
de militarismo.
¿Qué ha cambiado que ya no se necesitan instructores especialmente
preparados para las características especiales de los menores en conflicto con
la ley?
Creo que la propuesta revela el fracaso del INAU en la educación y
formación de los menores, algo que la sociedad sabe porque sufre el
acometimiento de estos, pero esta vez y de forma indirecta el INAU lo
reconoce al intentar poner en manos de militares su reeducación.
Paralelamente se observa un permanente intento del gobierno por
mostrar a las Fuerzas Armadas como útiles a la sociedad. De esta forma se las
incluye una y otra vez en tareas que no son propias de los militares (por
ejemplo la custodia perimetral de las cárceles, lo que viene de gobiernos
anteriores) pero que deforman su naturaleza, y el trato directo con menores
internados es un paso demasiado largo en ese sentido. Si lo que se trata es de
dar una imagen de utilidad, pues que lo hagan cumpliendo con la tarea que la
Constitución y la ley les encomienda y no improvisando como Tzara hacía en sus
creaciones artísticas que resultaron un mamarracho.
La República informa que para concretar la formación laboral por parte de
instructores militares debe contarse con la autorización judicial. Se me
ocurre que los jueces de menores y adolescentes no apoyarán una idea como la
propuesta por el INAU, pues ¿qué autoriza a este a delegar en los militares la
formación de los adolescentes?, y la iniciativa caerá en el fracaso, como
ocurrió recientemente con los módulos metálicos.
Líber del Fuerte.
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