24 mayo 2011

OCUPARNOS DE LA EDUCACION

Ahora que el gobierno parece que va a ocuparse de los temas que realmente importan, entre ellos el de la educación, quiero compartir con ustedes un articulo que Pablo Da Silveira escribió en "El País" el día 25 de enero pasado y que tituló "El colapso de las ideas", espero que sea de utilidad. Lo que sigue es copia textual:

En su discurso ante la Asamblea General el primero de marzo de 2010, José Mujica dijo unas palabras que quedaron grabadas en la memoria de los uruguayos. Al hablar de las prioridades de su gobierno, afirmó: "Permítanme un pequeño subrayado: educación, educación, educación".

No se trataba, por cierto, de una frase original, sino de la copia de un lema usado por el líder laborista Tony Blair en la campaña que lo condujo a ser primer ministro del Reino Unido en 1997. La frase de Blair decía: "Pídanme tres grandes prioridades del gobierno y les diré: educación, educación, educación". Pese a esta falta de originalidad, la fórmula parecía reflejar una preocupación genuina de nuestro presidente. Y esa preocupación ha aflorado con frecuencia. Hace apenas unos días, en un encuentro con sus ministros organizado en la residencia de Suárez, Mujica se declaró angustiado por la falta de resultados y llamó a ensayar nuevos caminos.

Lo malo es que estas declaraciones se mantienen totalmente divorciadas de los hechos. Cualquiera sea el grado de angustia del presidente, la calidad de nuestra educación sigue derrumbándose de manera acelerada, como vienen de confirmarlo los últimos resultados de la prueba PISA. También los niveles de deserción siguen siendo muy altos, lo que hace que sean bajas las tasas de titulación de la educación media.

Lo asombroso es que el presidente Mujica tiene una responsabilidad personal y directa en este proceso de decadencia. Por ejemplo, votó como senador la Ley General de Educación, que entronizó a las corporaciones en el gobierno de la enseñanza y consolidó un modelo de gestión inoperante y estéril. También apoyó, junto con su fuerza política, a los candidatos gremiales que, hoy convertidos en consejeros, proponen desengancharnos de la prueba PISA o dedican su energía a defender que en un liceo se instale una placa de homenaje a un guerrillero tupamaro. Más recientemente, el propio Mujica decidió que su gobierno dará más dinero a la educación (porque mantener el 4,5 por ciento de un PIB que crece vigorosamente significa agregar muchos millones de dólares a lo que ya se venía gastando) sin exigir ningún control de resultados a cambio.

Al presidente Mujica, se sabe, no hay que juzgarlo por lo que dice sino por lo que hace. Pero la enorme distancia que se abre cuando habla de educación no es sólo un rasgo de su personalidad, sino el reflejo de una trampa en la que está encerrada toda la izquierda. Muchas de las ideas educativas que la izquierda viene defendiendo desde hace décadas son sencillamente equivocadas. Eso ocurre, por ejemplo, con su exacerbado concepto de autonomía, con la tesis de que los docentes son los más aptos para gobernar la enseñanza o con su amor hacia esos modelos centralizados y homogenizadores a los que suele llamar "sistemas" (como en la expresión: "sistema de formación docente").

Todas esas ideas son erróneas, y los miembros más lúcidos de la izquierda lo saben. La pregunta es cuándo terminarán de juntar coraje como para admitirlo en público. Cuanto más demoren, mayores serán los costos para los uruguayos.

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