Peñarol acarició pero finalmente no obtuvo la sexta Copa Libertadores al
perder 2 a
1 ante el poderoso Santos en Pacaembu, San Pablo, Brasil. Si bien es verdad que
lo importante en fútbol es ganar y que los segundos puestos nunca brillan y son
fácilmente olvidados, no debe ignorarse que desde el Mundial jugado en África el
año pasado los uruguayos hemos revivido el orgullo perdido años atrás y de
alguna manera estamos en camino de ser la potencia futbolera que fuimos, en
camino de recuperar lo que supimos ser. Los primeros puestos alcanzados en las
más importantes competencias mundiales son prueba de ello y hoy el mundo mira
al Santos de Brasil pero ninguna crónica deportiva justa e imparcial puede
ignorar la fuerza moral y espiritual de Peñarol que además de ser un digno
rival advierte al mundo que Uruguay está nuevamente en competencia y hace honor
a su magnífica historia.
Ello debe enorgullecer a todos, inclusive a los simpatizantes de otros
clubes, también a los tricolores. Debemos aprender que cuando a cualquier club
le va bien en lo internacional, le va bien a todo el futbol uruguayo. Pero no
solo al fútbol, sino al país, a los ciudadanos en razón de que la magia de ese
deporte es tan fabulosa que despierta y remueve pasiones. El desafío está en
saber canalizarlas positivamente, y los uruguayos hemos probado que sabemos
hacerlo, y el sentimiento de unidad que se vivió primero y de forma excepcional
con la Copa del
Mundo, y en menor medida ahora, nos ha permitido demostrarnos que podemos
superar diferencias y ser un pueblo más unido.
Una campaña positiva que debe ser valorada. |
No todo el mundo lo entiende así y anoche al finalizar el encuentro que
daba el triunfo a Santos seguramente hubo muchos que se alegraron por la
derrota aurinegra, pero observando la sociedad, escuchando diferentes emisoras
de radio, leyendo los comentarios de los compatriotas en las redes sociales,
puedo asegurar que había un claro y marcado sentimiento oriental, patriota, por
el cual buena parte de nosotros, sin importar cuál fuera el club de nuestros
amores, deseábamos que Peñarol se irguiera como el campeón de América.
La derrota liquidó ese deseo y la ilusión de miles de uruguayos, muchos de
ellos reunidos desde tempranas horas de la tarde en distintos puntos de
Montevideo, y creo no equivocarme al pensar que en el interior y en el exterior
fue igual. Lo que sobrevivió en cambio, fue ese sentimiento positivo de que
jugaba un equipo de los nuestros, de acá, y por lo tanto era ineludible
apoyarlo.
Al perder Peñarol de alguna forma también perdió Uruguay. Y esta afirmación
que puede parecer una exageración o despropósito no lo es si pensamos cómo
hubiera amanecido Uruguay hoy si el resultado hubiera sido diferente.
Santos es el justo campeón, pero Peñarol luchó hasta el último minuto y en
determinado momento del partido el equipo brasilero temió un empate 2 a 2 que hubiera generado un
alargue que no le favorecía. Por eso mañana, cuando la delegación deportiva
llegue a las 18.30 a
Carrasco, hay que sumarse al recibimiento y hacerlo en orden, para que nada
manche la fiesta del club, los jugadores, hinchas y de los uruguayos.
Líber del Fuerte.
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